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EL GUARDIƁN DE LOS RECUERDOS

Actualizado: 29 sept 2024

El gran fotĆ³grafo Emilio Valdez resiste, firme y optimista, en la plaza San Martin, lugar histĆ³rico, tradicional y emblemĆ”tico de Lima.



La Plaza San MartĆ­n no solo es el punto de encuentro de las manifestaciones de protestas o el lugar que aglutina la voz, la lucha y la ruta de los que vienen a la capital es tambiĆ©n el lugar de trabajo de muchos ciudadanos. Uno de ellos es un fotĆ³grafo que no se ha dejado vencer por las adversidades y se ha convertido en un ejemplo de pasiĆ³n por seguir el camino que marca la pasiĆ³n por un trabajo.





Empieza a atardecer en la Plaza San MartĆ­n y mientras recorro cada rincĆ³n del lugar, veo a la distancia a un fotĆ³grafo cuya serenidad me transmite una sensaciĆ³n de paz, en medio de todo el bullicio.


Se trata de Emilio Valdez, de 60 aƱos, que ejerce la fotografĆ­a desde los 19. Todo comenzĆ³ en una tarde soleada de 1972, cuando Emilio paseaba por el pintoresco parque CĆ”nepa de La Victoria. Fue en ese momento que su destino se cruzĆ³ con la magia de la fotografĆ­a. Mientras exploraba el parque, Emilio tuvo la fortuna de encontrarse con otro fotĆ³grafo, cuya pasiĆ³n y habilidades lo cautivaron de inmediato.


Aquel dominio de la cĆ”mara despertĆ³ en Emilio una profunda curiosidad y fascinaciĆ³n por el arte de capturar imĆ”genes. A partir de ese dĆ­a la fotografĆ­a le convirtiĆ³ en una forma de vida y comenzĆ³ a estudiar todo lo relacionado con esta forma de expresiĆ³n artĆ­stica.


Lo veo sentado en la esquina de la plaza. Sostiene su cƔmara con cariƱo. Esta no solo es su herramienta de trabajo, sino que tambiƩn la considera como el gran amor de su vida.



Cronista visual


El valor que tiene la fotografĆ­a para Ć©l trasciende mĆ”s allĆ” de ser un simple trabajo o pasatiempo, es su manera de narrar historias. Ɖl se considera un cronista visual, siempre buscando capturar momentos Ćŗnicos y significativos de la vida cotidiana. Por eso, cuando recuerda la primera vez que vio esa cĆ”mara analĆ³gica en el parque CĆ”nepa, no puede evitar sonreĆ­r. ā€œTuve que trabajar varios meses gratis para el fotĆ³grafo de ese parque, solo asĆ­ me iba a entregar una de sus cĆ”marasā€.


Una vez que obtuvo lo que se habĆ­a propuesto, nada lo detuvo. EmpezĆ³ a transitar por los distintos parques de Lima, ofreciendo sus servicios fotogrĆ”ficos a quienes se cruzaban en su camino. Durante un tiempo, se asentĆ³ en el Paseo de los HĆ©roes Navales, hasta que la Municipalidad de Lima empezĆ³ con las obras del Metropolitano, lo que generĆ³ que la zona se volviera cada vez mĆ”s intransitable, por lo que tuvo que buscar un nuevo lugar para trabajar. Es asĆ­ como llegĆ³ a la Plaza San MartĆ­n, donde ha sido testigo de innumerables sucesos. SegĆŗn sus propias palabras, allĆ­ ha visto de todo.


Recuerda la vez en la que presenciĆ³ un asesinato a plena luz del dĆ­a. ā€œEran dos hombres peleando, diciĆ©ndose toda clase de palabrotas habidas y por haber, hasta que uno de ellos sacĆ³ un cuchillo y se lo clavĆ³ al otro, luego lo dejĆ³ ahĆ­ como si nada y se fue alejando lentamente de la plazaā€. Emilio cuenta este hecho de manera inmutable, para Ć©l es comĆŗn ver toda clase de situaciones delincuenciales en este recinto.


A Maradona


Pero tiene tambiĆ©n gratos recuerdos de sus primeros aƱos trabajando en la plaza, recuerda aquella vez en la que fotografiĆ³ al mismĆ­simo Diego Maradona, cuando daba un breve recorrido por las calles durante su estancia en Lima. De pronto la narraciĆ³n de aquella anĆ©cdota es interrumpida por un hombre que se acerca a consultarle a Emilio si aĆŗn conserva una foto que le tomĆ³ hace cinco aƱos.


Emilio procede a explicarle que es poco probable porque suele eliminar el contenido de sus memorias para no llenarlas, el seƱor asiente con la cabeza y se despide con cierta expresiĆ³n de lamento. Cuando le pregunto a Emilio si suele ser usual que se acerquen viejos clientes a reclamar por sus fotos, me dice que sĆ­. ā€œEs mĆ”s, una vez hasta llegaron personas a las que les tomĆ© foto estando en las barrigas de sus mamĆ”s o niƱos tambiĆ©n que ahora son abogados o ingenierosā€, me comenta muy orgulloso.


Le pregunto si en algĆŗn momento piensa descansar, dejar la cĆ”mara, el oficio, su banco en la Plaza San MartĆ­n, para pasar las tardes junto a su familia en la casa que tienen en Independencia. Su respuesta es contundente y llena de convicciĆ³n: ā€œLa fotografĆ­a es mi vida, mi pasiĆ³n y mi razĆ³n de serā€.


No tendrĆ­a sentido para Ć©l dejarla, aunque las circunstancias fueran adversas. Por eso la cuarentena fue un tiempo difĆ­cil para Ć©l, una vez que levantaron las restricciones pudo sentirse mejor otra vez.



Retratos


La Plaza San MartĆ­n no solo se caracteriza por tener un gran peso histĆ³rico. En la actualidad es la tribuna ideal para muchos ciudadanos que desean ser escuchados, para otros es mĆ”s como una tarima de boxeo, donde se debaten las ideas mĆ”s disparatadas, esta vez los golpes son reemplazados por ataques verbales que intentan disminuir el argumento del otro. Temas como el por quĆ© la tierra es plana y las razones por las cuales creer que Alan GarcĆ­a estĆ” vivo, son parte de las conversaciones recurrentes que suelen haber en aquel espacio pĆŗblico.


Hay muchas razones para sentirse atraĆ­do por este lugar y quedarse merodeando durante unas horas. Da la impresiĆ³n de que en cada esquina se puede encontrar a alguien cuya historia valdrĆ­a la pena contar, ya que hay una gran diversidad de personajes llamativos. Desde las estatuas vivientes, cuya necesidad los ha empujado a realizar todo tipo de maniobras espectaculares para atraer las miradas de los transeĆŗntes, hasta los equilibristas y los danzantes de tijeras, cuyo principal objetivo, y quizĆ”s uno de los retos mĆ”s difĆ­ciles en la actualidad, es que por un momento el ciudadano de pie levante la vista del telĆ©fono que lo tiene dominado y decida prestar atenciĆ³n a lo que el ambulante tiene por mostrar. De esa manera no solo obtendrĆ” un sustento, sino tambiĆ©n una grata validaciĆ³n hacia su esfuerzo.



Es un espectƔculo


Por eso se dice, que la Plaza San MartĆ­n es como un espectĆ”culo donde no hay juegos ni escenarios, pero si un sinfĆ­n de personajes que lo constituyen como tal. Y por eso, quizĆ”s, es tan difĆ­cil no sentir la sensaciĆ³n de que algo interesante estĆ” por pasar.


Pero no todo es arte en aquel centro histĆ³rico, tambiĆ©n priman muchos los discursos polĆ­ticos y las posturas radicales. En una de las esquinas de la plaza se ve a un grupo de diez personas rodeando a quien serĆ­a un dirigente, este es un hombre de aproximadamente 40 aƱos, pequeƱo de estatura, pero al parecer con grandes aspiraciones polĆ­ticas por las cuales luchar. Empieza su discurso mencionando lo necesario que es un cambio para el paĆ­s y todos aplauden, luego sugiere una asamblea constituyente para reformar la constituciĆ³n del 93 y mĆ”s de una persona se retira del lugar, sin antes tildarlo de ā€œrojeteā€ o ā€œterroristaā€. Al final del dĆ­a, la Plaza San MartĆ­n es un lugar donde conviven diversas formas de expresiĆ³n, desde el arte ambulante hasta los discursos ideolĆ³gicos.



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