Después de muchos años, cuando uno llega a la ciudad donde creció (Trujillo) parece que todo ha cambiado y empieza a compararla con Lima.
“Todos vuelven a la tierra en que nacieron / al embrujo incomparable de su sol / todos vuelven al rincón de donde salieron”, canta el vals de César Miró. Esta historia también aborda el tema del retorno: el regreso de un joven al norte del país después de años de ausencia. La nostalgia, los tiempos idos, los cambios constantes y la vida fugaz son los ejes de esta historia real.
La ciudad de la eterna primavera es conocida también como Trujillito. Vuelvo a este lugar porque “todos vuelven a la tierra en que nacieron, a su embrujo incomparable de su sol”. La ciudad ha crecido hacia arriba y a los costados.
Miro sus calles sin amor, con sentimientos encontrados, con el alma rota, recordando los lugares donde todo empezó. Mi mirada está fija en un solo lugar, su plaza de armas, aquellas bancas remodeladas, el mármol del suelo cambiado a cemento, el monumento a la libertad. Todo esto me hace comprender nuevamente que los años han pasado y que ya ninguna ciudad era honesta, que la corrupción crecía cada vez más.
—¿En qué momento se había jodido Trujillo?
La ciudad que me vio nacer era totalmente distinta, hasta el clima había cambiado, la calidez de su gente se había enfriado.
El terminal de buses se encuentra a unos cuantos minutos de la casa de mi madre, en taxi a cinco o diez minutos; en un micro unos diez, quince o veinte minutos. Si quería llegar más rápido, las combis eran otra opción, pero el transporte público no es de gran ayuda para un ansioso.
Las ocho y treinta minutos de la mañana marcaban el clásico reloj Casio de muñeca, regalo de mi padre por haber cumplido los veinte. “Esto es para ti, consérvalo, te ayudará”, me dijo. Las voces de los taxistas aturdían demasiado.
—¿Cuánto hasta la calle Cerro de Pasco, maestro?
—¿Eso está por Puno, diga?
—¡Claro!, pasando la calle Cajamarca y de ahí sigues de frente hasta toparse con la avenida América.
—Ya, por ocho luquitas, yo lo llevo joven.
Subí al auto y esperé mientras el taxista terminaba de bromear con su círculo de compañeros, subió tan bruscamente que el movimiento hizo que mi mochila cayera debajo del asiento.
Un perro que movía la cabeza con el vibrar del motor era la única decoración que tenía, ¡ocho luquitas!, repetía una y otra vez en mi cabeza. La última vez que me di una escapada para comprar libros fue hasta Quilca y no llegué a tomar el Metropolitano por la tremenda cola que había, crucé el puente y tomé un taxi que me cobró un aproximado de treinta soles.
“La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes cómo no”, cantaba el taxista que sí sabía de salsa, pero estaba dudando si Juanito Alimaña era el personaje de la canción o estaba conmigo en el taxi, cada momento miraba el retrovisor y chocabamos miradas, vestía una camisa floreada, cadenas doradas, sortijas y esclavas brillantes, brazos llenos de tatuajes, un corte en la parte de la mejilla, ceño fruncido y un mondadientes entre los dientes que con el movimiento de sus labios se movía.
Estábamos cada vez más cerca, ya estábamos en el baipás del Óvalo Grau, la ruta era casi libre, en un dos por tres llegaría, tocaría la puerta y esperaría a que mi madre me reciba como aquel hijo pródigo.
Al llegar todo se sentía diferente, me acerque al taxi para pagar el servicio mientras encendía un cigarrillo para el frío, el humo era embriagante pero el aroma dulce y áspero del Marlboro rojo me fascinaban, aquella marca de cigarrillos pasó de generación en generación en mi familia por parte de mi padre, cuando de repente una voz con un tono cálido y a la vez serio me dijo:
—Que bonito ¿no?, lo único que aprendiste en Lima es a fumar.
No pude contener la risa, era mi madre quien hablaba.
—Viejita, buen día, ¿bajó por el pan?
—Sí, sube a dejar tu mochila y baja para que me acompañes, así llegamos a desayunar todos juntos, ya que tus hermanos todavía están durmiendo.
El ex cine Chimú
El cordón de mi zapato se me desamarro en toda la esquina de Unión con la avenida España, creo que eso lo hizo el mismo destino para poder observar un poco más la zona, las casonas seguían igual. Me amarré el cordón y encendí un cigarro, giré hacia la mano izquierda y continué con mi camino, estaba acostumbrado a caminar por esa zona, mi instinto era el que me guiaba, ya casi estaba cerca, la gran fachada celeste con azul marino me indicaba que había llegado al emporio comercial APIAT, conocido por la venta de calzado de alta calidad, la fabricación de calzado de cuero es algo que distingue a Trujillo.
El ruido al llegar a la avenida España es caótico, los comerciantes se te acercan a ofrecerte sus productos, los inmigrantes venezolanos sentados en fila pidiendo unas monedas ya que muchos de ellos recién acababan de llegar.
Seguí caminando y me encontré con una pista dividida, autos estacionados, puestos y stands de ropa en donde los famosos jaladores te ofrecían prendas a la moda y variedad de tallas. Mi cigarro se acabó antes de llegar al centro comercial Plaza Mall, se encuentra en medio de esa selva de cemento.
Caminé media cuadra más y acababa de llegar a Atahualpa, se gira a la mano izquierda y llegábamos a la intersección entre Atahualpa y Sinchi Roca, los pequeños puestos recién se encontraban abriendo, para ser más específico llegué donde coloquialmente se diría “mi casera”, los recuerdos llegaban a mi mente y me sentía un estudiante de nivel secundario nuevamente, habíamos llegado a la gran librería Flor de María.
Jirón Quilca
Ayer había estado en Quilca, comprando libros del puesto del señor Jaime, Don Raulito para los amigos. Buscaba algunos títulos de Alonso Cueto, Vargas Llosa, Charles Bukowski, entre otros.
Caminé por toda la avenida Garcilaso de la Vega, giré a la izquierda en una pequeña intersección decorada con maceteros grandes que daba pase a la plaza Francia, un lugar mágico de noche. Descansé un poco mientras fumaba un cigarro, el frío en Lima había empezado y más que algo que caliente el cuerpo y alivie el estrés y la ansiedad por un momento. Me levanté con mucha sed, mi mente me decía una cervecita, yo deseaba un vino acompañado de la melodía de un piano de cola y un buen poema nocturno, muchos de los huequitos en Quilca ofrecían ese servicio por unos cómodos veinticinco soles. Caminé unos cuantos pasos más y ya me encontraba en el jirón Rufino Torrico, calles oscuras, construcciones inhabitables, bares y locales en venta o en alquiler era lo único que se podía observar durante el trayecto por aquel jirón, a unos cuantos metros a la mano derecha se encontraba Quilca, lugar conocido por los lectores, miembros de la movida subterránea y rockeros. La zona fue bautizada con un término Aymara que significa Arte rupestre y lectura. Podemos encontrar grandes puestos llenos de libros, muchos de ellos antiguos, unos muy usados, pero de gran valor y nuevos, aun sellados, lo fundamental es llevarte un buen ejemplar, el secreto aquí es recorrer cada lugar e ir buscando los libros que tienes en mente, nunca en un mismo lugar, siempre distintas librerías. Cada puesto tiene su característica, algunos ordenados, otros a medias y otros con montones de libros hasta por el suelo.
Feria de libros Amazonas
En uno de mis tantos recorridos por el centro de Lima me di una escapada y caminé hasta llegar a Amazonas. Su gran variedad de libros es impresionante. Sabemos que llegamos a Amazonas cuando la variedad de comerciantes tanto como pequeños puestos de comida se hacen visibles. El olor es característico de la zona, la humedad y el frío se sienten. El trayecto es por el jirón Paruro, se gira a la izquierda y visualizamos el centro comercial y finalmente llegamos, a la entrada encontramos libros académicos, medicina, derecho, informática, adentrándonos cada vez más en ese laberinto color amarillo con verde podemos encontrar puestos de literatura juvenil y los tan aclamados libros contemporáneos que tantos estamos buscando, dos grandes hileras mirándose entre sí nos guían en un camino lleno de libreros que nos asesoran y comparten sus experiencias de lectura para así brindarte la mejor de las atenciones y lleves buenos títulos a casa, los precios son más bajos que en Quilca.