top of page

EL VIAJE DE UNA MADRE EN BUSCA DE SUS SUEÑOS




La señora Yuli emigra a Madrid para abrir restaurante peruano y deja a sus seres queridos llenos de tristeza y temores. 





Escribe Nicole Meza  


El 15 de febrero del 2022 terminé llorando por la partida de mi madre Yuli y mi hermana mayor Emily. Ambas emigraron a España en busca de un mejor destino como miles de seres humanos de todo el mundo.


En cada recuerdo de infancia, tu amor siempre presente.


Aquel día cambió mi vida por completo. Con apenas 20 años, me vi envuelta en un torbellino de emociones al enfrentar la separación de mi núcleo familiar. No quise llorar en ese momento, no quería que mamá y mi hermana se sintieran mal; pero cuando me encontraba sola en casa me lanzaba a mi cama y lloraba tanto que ya no tenía ganas de salir. 


Días antes de la partida, en la quietud de mi habitación, recibí la noticia que sacudió mi mundo. Mi madre se acercó y me mostró los pasaportes para su viaje junto con mi hermana. Aunque la idea de la partida no era nueva, siempre pensé que era solo una ilusión que nunca se concretaría. Sin embargo, aquella vez era diferente y la realidad se apoderó de mis pensamientos.


Una mezcla de alegría y tristeza se apoderó de mí al darme cuenta de que las mujeres que siempre habían sido mi apoyo incondicional se embarcarían en una travesía hacia lo desconocido. Aunque sentía que era lo mejor para ellas, no podía ignorar el nudo en mi garganta al pensar en la separación de nuestra familia.


La conversación con mi madre quedó grabada en mi memoria. Me preguntó si yo también quería ir con ellas y dejar todo atrás. A pesar de la tentación de comenzar un capítulo completamente diferente en otro país, me encontraba en una encrucijada. Mis estudios universitarios, en pleno sexto ciclo, se interponían en esta difícil decisión.


Mi padre Raúl tuvo que adaptarse a tener una vida sin mi madre. Mi hermana Paola tenía 12 años y no entendía completamente lo que estaba pasando, pero nuestra familia poco a poco se estaba desmoronando. Yo aún no sabía qué hacer, si irme con ellas o aceptar la responsabilidad de cuidar a mi hermanita y brindarle mi apoyo incondicional.


En los días previos a su partida, decidimos salir más, comer juntos y aprovechar el tiempo que nos quedaba. Mi madre, en cada oportunidad, nos comentaba su sueño de abrir un restaurante llamado "La sazón de Yuli" y comenzar a preparar comida peruana en Madrid. 


Tenía ese proyecto en mente, porque su madrina estaba en España y le ayudaría a hacerlo realidad. Al escuchar las ideas de mi madre, empezaba a sentirme mejor, pues estaba pensando en grande y persiguiendo sus objetivos.


Antes de su viaje a España, decidí organizarle una reunión de despedida porque creía que era necesaria. Invité a familiares y amigos de confianza y todo parecía ir bien hasta que nos tocó decir algunas palabras. Recuerdo haberme hecho la valiente para contenerme el llanto, pero fue en vano porque terminé llorando, pues no podía soportar la idea de perder el lazo que tenía con ellas. ¿Qué sería de mí sin ellas? ¿Estaría sola e incomprendida en este mundo? Me costaba mucho asimilarlo y no solo a mí, sino también a mi padre.






Foto 2: Con mi hermana mayor a mi lado, siempre juntas.


Llegó el día. El vuelo salía a las ocho de la mañana del aeropuerto Jorge Chávez. Todos madrugamos y decidimos desayunar juntos para poder disfrutar los últimos momentos que nos quedaba. Al principio, no hablaba nadie. Se notaba que era un día de despedida y no teníamos mucho qué decir. No podía creer que ya se iban. Mi padre y mi hermanita se alistaron para acompañarlas al aeropuerto, pero yo no tenía ganas, algo me impedía ir. 


Me despedí de mi madre y mi hermana con un fuerte abrazo. Les dije que quería que les fuera lo mejor posible. Eso fue lo único. Después se fueron y yo me quedé sola en casa. Tenía un presentimiento de que, si iba al aeropuerto, no olvidaría esa escena de verlas entrar al avión y decirles adiós para siempre. No quería quedarme con ese recuerdo, por eso no fui, y ahora me arrepiento.


Al volver a casa, mi padre, mi hermanita y yo nos sentimos tan vacíos, ya que ellas eran las que levantaban el ánimo y emocionaban el ambiente de la casa con cada ocurrencia. Ya nada era igual. Cada vez que me levantaba de la cama, tenía la manía de ir a levantar a mi hermana para desearle los buenos días, pero esta vez no estaba. 


 AMOR DE MADRE


Había un silencio que no podía soportar. Las charlas que tenía con mi madre ya no eran esperadas, todo había cambiado. Mi padre ya no se reía cuando veía una película porque ya no estaba su compañera, y mi hermana menor ya no tenía ese cariño incondicional cuando se sentía triste. Nada se comparaba al amor de madre. La casa estaba en silencio la mayor parte del tiempo, y así fue durante muchos días, hasta que aceptamos que ya no las volveríamos a ver.


 Millones de madres sacrifican todo en busca de un futuro mejor para sus familias. Sin embargo, este desprendimiento no debe ser vistos como despedida definitiva, sino como oportunidades para el crecimiento y el progreso. Cada partida debería ser un impulso para fortalecer los lazos familiares, para mantener viva la esperanza y la conexión, sin importar las distancias.


En el Día de las Madres, honremos a estas mujeres valientes que, a pesar de las adversidades, siempre salen adelante con fuerza y ​​determinación. A todas las madres que han emprendido un viaje en busca de sus sueños, a aquellas que han dejado su hogar para construir uno nuevo, a las que trabajan incansablemente por el bienestar de sus seres queridos: ¡Feliz Día de las Madres! Su valentía y amor incondicional son un faro de inspiración para todos nosotros.


Foto 3: Juntas desde siempre.

178 visualizaciones

Entradas Recientes

bottom of page